
Habacuc y Ageo
Biblia y vida
Padre Manuel Antonio Garcia Salcedo*
Arquidiocesis de Santo Domingo
HABACUQ: A inicios del siglo VII AC aparece aquel que trae la novedad, el Profeta Nahúm, entabla un diálogo de corazón a corazón con Dios. Estilo literario novedoso en los libros proféticos.
La intención es que los lectores descubran el plan de Dios con toda la humanidad en el que el pueblo tiene una responsabilidad: cumplir con su parte en el pacto. Tendrá este último la garantía de que Dios cumplirá con su parte. Motivo de alegría, aun en medio del dolor y la calamidad más grande, incluso cósmica, que pueda producirse.
En el año 605 AC se sucede la destrucción de Israel, después de que esta contempla aterrorizada la conquista de Asiria por parte de Babilonia, la cual redujo a cenizas el esplendor de la antigua nación gloria del oriente medio. Sin embargo, las demás naciones no cuentan con el juicio final que develará la gloria del Señor.
Los tres capítulos dialógicos de Habacuq tienen como inicio el reclamo del olvido, el descarte de la Ley que compendia el culto y la moral del Pueblo. Esta afirmación lanzada por el profeta interlocutor es contestada por el mismo Señor con una promesa esperanzada como indica el capítulo 1, versículo 5: «Miren, traidores y contemplen, asómbrense y quédense alelados, porque voy a realizar en su época algo que no creerían si se lo hubieran contado.».
La diferencia con los demás profetas de la época de la caída de la nación del Señor es que siempre Habacuq da visos de un mejor porvenir. Su mismo Dios lo propiciará: «Esta visión espera su debido tiempo, pero se cumplirá al fin y no fallará; si se demora en llegar, espérala, pues vendrá ciertamente y sin retraso. Aquí la tienes: El que vacila nunca contará con mi favor, el justo sí vivirá por su fidelidad» (2, 3-4). No por esto deja el profeta de denunciar las injusticias, en especial con aquellos que aquilataron mucho poderío material pensando que escaparían de la desgracia que se vertía sobre toda la nación.
El texto toma en su último capítulo un estilo litúrgico, la oración sincera del pueblo, identidad propia del mismo, será parte esencial en la superación de esta crisis. La aclamación del Profeta Habacuq es inspiradora y motivadora para tiempos de grave dificultad: «Pues, aunque no florezca la higuera ni den las viñas uva en adelante; aunque falte el producto del olivo y se niegue la tierra a darnos pan; aunque no tenga ovejas el corral y se queden sin bueyes los establos; yo seguiré alegrándome en Yahveh, lleno de gozo en Dios, mi Salvador. Yahveh, que es mi Señor, es mi fuerza el da a mis pies la agilidad de un ciervo y me hace caminar por las alturas» (3, 17-19).
AGEO: Los profetas llamados de la restauración tras la vuelta del destierro corresponden al año 520 AC aproximadamente. El factor común será la reconstrucción del Templo, la casa de Dios entre los hombres. El sentido escatológico de estos escritos sagrados muy propios de su tiempo, resalta al Espíritu del Señor, la esperanza, la perfección de la conducta, la renuncia al mal personificado, la venida del Mesías, los compromisos que implica la Alianza. En dos capítulos el profeta Ageo denuncia la situación de la fe entre el pueblo elegido de Dios después de la desgracia del exilio babilónico y la devastación que trajo sobre la tierra prometida.
Un recomenzar desde cero. Sin viviendas, sin recursos para la alimentación, sin institucionalidad gubernamental, la tarea fue ardua y extenuante. Pero el pueblo se desentendió del templo destruido. Pensaron que la religión no era una prioridad y un fundamento para la estabilidad de la nación que resurgía de sus cenizas. Así lo describe poéticamente en el capítulo 1: «¿Es acaso para vosotros el momento de habitar en vuestras casas artesonadas, mientras esta Casa está en ruinas? Ahora pues, así dice Yahveh Sebaot: Aplicad vuestro corazón a vuestros caminos.» «Habéis sembrado mucho, pero cosecha poca; habéis comido, pero sin quitar el hambre; habéis bebido, pero sin quitar la sed; os habéis vestido, mas sin calentaros, y el jornalero ha metido su jornal en bolsa rota. Así dice Yahveh Sebaot: Aplicad vuestro corazón a vuestros caminos. Subid a la montaña, traed madera, reedificad la Casa, y yo la aceptaré gustoso y me sentiré honrado, dice Yahveh. Esperabais mucho, y bien poco es lo que hay. Y lo que metisteis en casa lo aventé yo. ¿Por qué? – oráculo de Yahveh Sebaot – porque mi Casa está en ruinas, mientras que vosotros vais aprisa cada uno a vuestra casa. Por eso, por culpa vuestra, los cielos han negado la lluvia y la tierra ha negado su producto. Yo he llamado a la sequía sobre la tierra y sobre los montes sobre el trigo, el mosto y el aceite, sobre todo lo que produce el suelo, sobre los hombres y el ganado, y sobre todo trabajo de manos.» (4-11). Antes del destierro y la destrucción del Templo y la monarquía, los profetas criticaron un culto fastuoso y vacío, supersticioso e interesado. El corazón estaba lejos de lo que se ofrecía y como se actuaba en consecuencia. Después del destierro y del Templo solo quedaban los escombros.
La empresa de la reconstrucción y la restauración en todos los ámbitos hará mucho bien al pueblo de Dios: sacrificios, esfuerzo, trabajo, inversión, cohesión en un emprendimiento común y nacional, redescubrir y valorar la fe de los padres y la forma de ejercer la justicia, un nuevo modo de compromiso ante la presencia del Espíritu de Dios en medio de ellos. «¿Quién queda entre vosotros que haya visto esta Casa en su primer esplendor? Y ¿qué es lo que veis ahora? ¿No es como nada a vuestros ojos? ¡Más ahora, ten ánimo, Zorobabel, oráculo de Yahveh; ánimo, Josué, hijo de Yehosadaq, sumo sacerdote, ánimo, ¡pueblo todo de la tierra!, oráculo de Yahveh. ¡A la obra, que estoy yo con vosotros – oráculo de Yahveh Sebaot – .según la palabra que pacté con vosotros a vuestra salida de Egipto, y en medio de vosotros se mantiene mi Espíritu: no temáis! . Pues así dice Yahveh Sebaot: Dentro de muy poco tiempo sacudiré yo los cielos y la tierra, el mar y el suelo firme, sacudiré todas las naciones; vendrán entonces los tesoros de todas las naciones, y yo llenaré de gloria esta Casa, dice Yahveh Sebaot. ¡Mía es la plata y mío el oro! oráculo de Yahveh Sebaot. Grande será la gloria de esta Casa, la de la segunda mayor que la de la primera, dice Yahveh Sebaot, y en este lugar daré yo paz, oráculo de Yahveh Sebaot.» (2, 3-9). *Doctor en Teología Católica.