Biblia y vida
Padre Manuel Antonio García Salcedo
Arquidiócesis de Santo Domingo

MIQUEAS
Así como Amós y Oseas ejercieron el profetismo en Israel, Isaías y Miqueas lo hicieron en Judea. Los siete capítulos que conforman el libro de Miqueas recogen la situación vivida durante las invasiones y el acoso por parte de naciones grandes y poderosas sobre el Pueblo de la Alianza.
Las grandes ciudades olvidan la situación de desventura de los pueblos agrícolas y pastoriles del interior. La actitud egoísta tanto de Samaria como de Jerusalén —el norte y el sur— terminará en desgracia, cuando sean aplastadas por naciones de mayor poderío.
El capítulo 2 denuncia a aquellos que acaparan las riquezas, llamándoles los verdaderos enemigos del pueblo. No se debe olvidar que a todos por igual el profeta hará el llamado a la conversión. De esta manera llegarán tiempos mejores con Dios, el Pastor para su pueblo, a quien compara con un rebaño que pastará en mejores pastizales.
Miqueas enfatiza la perversión tanto de los gobernantes como de los profetas que han desviado su camino en perjuicio del pueblo, movidos por intereses propios. El capítulo 3, versículo 8, anuncia la verdadera llenura del Espíritu del Señor, que consiste en el celo por la justicia y en las fuerzas y el ánimo para denunciar el pecado y las faltas.
Los capítulos 4 al 7 anuncian los tiempos mesiánicos, en los que el Monte, el Templo, Sión, serán el hábitat de la ley de Yahvé. Jerusalén será la residencia de la Palabra del Señor. Los dioses de los pueblos serán anulados y se caminará hacia la Ciudad de Dios, la elegida, donde Él gobierna.
Pero habrá que fortalecerse para los ataques que vienen desde el exterior. La salvación llegará desde donde menos se piensa o espera:
«Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá,
de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel,
y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño.
Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz.
Entonces el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel.
Él se alzará y pastoreará con el poder de Yahveh,
con la majestad del nombre de Yahveh su Dios.
Se asentarán bien, porque entonces se hará Él grande hasta los confines de la tierra.
Él será la paz.»
(5, 1-4ª)
Conocido es el texto de Miqueas (6, 3-4) por la piedad popular:
«Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he molestado? Respóndeme.
¿En qué te hice subir del país de Egipto, y de la casa de servidumbre te rescaté,
y mandé delante de ti a Moisés, Aarón y María?»
Una nueva creación aflorará. La parte que corresponde al hombre de Dios es:
«Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno,
lo que Yahveh de ti reclama:
tan sólo practicar la equidad,
amar la piedad
y caminar humildemente con tu Dios.»
(6, 6-8)
Pasado el tiempo de la nueva desgracia de Judea, se incluye un texto en el último capítulo (7), originario del tiempo del destierro a Babilonia, donde se proclama el resurgimiento de Jerusalén, que al final se levantará redimida por su Dios, como expresan los versículos 18-20:
«¿Qué Dios hay como tú, que quite la culpa
y pase por alto el delito del resto de tu heredad?
No mantendrá su cólera por siempre,
pues se complace en el amor;
volverá a compadecerse de nosotros,
pisoteará nuestras culpas.
¡Tú arrojarás al fondo del mar todos nuestros pecados!
Otorga fidelidad a Jacob,
amor a Abraham,
como juraste a nuestros padres,
desde los días de antaño.»
JOEL
Llamado el Profeta de los últimos tiempos, en cuatro capítulos se recogen los pasos que el Pueblo de Dios da en vistas a su salvación. Las langostas del capítulo 1 evocan los tiempos de la esclavitud, de la rebeldía, del llamado a la libertad.
El capítulo 2 es la recapitulación del Antiguo Testamento, con la convocatoria al arrepentimiento de toda la Nación Sagrada, por medio del ayuno y la penitencia. Este pasaje es el texto clásico como primera lectura del Miércoles de Ceniza.
Tras la vuelta al Señor de sus elegidos y su purificación, vendrá el Espíritu sobre los jóvenes y ancianos. Sueños y visiones permitirán afrontar el acontecer de los hechos según la voluntad de Dios. También los astros y fenómenos cósmicos serán signos de la intervención divina. Es el lenguaje apocalíptico que afirma la acción salvífica y definitiva de Dios.
Joel 3 sirve de colofón para la redacción del capítulo 2 de los Hechos de los Apóstoles, el día de Pentecostés, conclusión de la Pascua Cristiana. «Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará», indica también San Pablo en Romanos.
Un combate en el cual todos y cada uno, como parte del Pueblo, tendrán que luchar para alcanzar la reafirmación de la Casa del Señor, es la motivación y la esperanza que imprimen este escrito.
Doctor en Teología.