La Congregación de la Misión celebra 400 años con solemne Eucaristía en la Catedral Primada de América

Mons. Faustino Burgos y Mons. Francisco Ozoria junto a sacerdotes vicentinos.

Por Esmirna Gómez

Monseñor Faustino Burgos: “San Vicente se acercó a los pobres, los miró a los ojos, los amó y les devolvió la dignidad”

Santo Domingo, R.D. – En una solemne y emotiva celebración desde la Catedral Primada de América, la Congregación de la Misión (Padres Paúles)  y las diferentes ramas Vicentinas conmemoraron este lunes los 400 años de su fundación, dando gracias a Dios por el legado misionero de San Vicente de Paúl y su servicio incansable a los más necesitados.

La Eucaristía fue presidida por Monseñor Faustino Burgos Briman, obispo de la Diócesis de Baní y miembro de los Padres Paúles,  concelebrada por Monseñor Francisco Ozoria Acosta, arzobispo metropolitano de Santo Domingo, junto al Padre Gregorio Alegría Armendáris.

Acompañados de sacerdotes Vicentinos de diferentes comunidades y otros presbíteros invitados.

Francisco Ozoria: «Es motivo de gozo y gratitud recibirles en esta Catedral»

Durante su saludo inicial, Monseñor Francisco Ozoria dio una calurosa bienvenida a toda la familia vicentina: y expresó

“Hermanos, es motivo de alegría, de gozo y de gratitud recibirles aquí en esta Catedral a la familia vicentina en sus 400 años de fundada. Damos gracias a Dios por el trabajo, por la vida de esta congregación y les felicitamos por estos 400 años. Vamos a celebrar, vamos a dar gracias al Señor por esta comunidad.”

Sus palabras resonaron con emoción entre los asistentes, quienes participaron con fervor en esta histórica celebración.

En la homilía  Mons. Faustino:  hizo un llamado a ser sembradores de esperanza,

Monseñor Faustino Burgos

Monseñor Faustino Burgos, quien ofreció un profundo mensaje de gratitud, misión y esperanza. Saludó a todos los presentes “conocidos y desconocidos, pero hermanos en la fe y en el carisma vicentino”, y agradeció especialmente a Monseñor Ozoria por abrir las puertas de la Catedral y a su párroco  P. Nelson Clark  con espíritu fraternal.

“La Iglesia existe para evangelizar”, recordó el obispo, subrayando que esta misión fue confiada hace cuatro siglos a San Vicente de Paúl. Añadió que el carisma vicentino es un don que debe ser continuamente agradecido y vivido con humildad, reconociendo tanto los aciertos como las fallas en el camino.

Mons. Faustino evocó la vida de entrega de los misioneros vicentinos, de las Hijas de la Caridad y de los laicos comprometidos con la evangelización, haciendo memoria también de los mártires que entregaron sus vidas por el Evangelio.

“San Vicente se acercó a los pobres, los miró a los ojos, los amó y les devolvió la dignidad”, expresó, haciendo un llamado a imitar este ejemplo, no solo con bienes materiales, sino con gestos humanos: una sonrisa, una palabra, una caricia.

El obispo también afirmó con claridad que el servicio al pobre no tiene pensión ni jubilación, y que la verdadera recompensa está en saberse servidor del Reino de Dios. Agregó que la historia de la familia vicentina no solo se cuenta, sino que se sigue escribiendo con nuevos protagonistas y desafíos.

En el marco del año jubilar, citó al Papa Francisco, quien invita a todos a ser “peregrinos de esperanza”, saliendo de uno mismo y llegando a las periferias geográficas y existenciales, para anunciar el amor gratuito de Dios.

 Lo que gratis hemos recibido, gratis debemos darlo”, recordó con fuerza.

Finalmente, Mons. Faustino instó a toda la familia vicentina a formarse en la escuela del Evangelio y de la humanidad de Cristo, para ser capaces de responder a los desafíos del presente con gratuidad, creatividad y comunión.

Comunidad Vicentina

“Demos gracias a Dios por estos 400 años de madurez en la Iglesia y pidamos que cada uno de nosotros abrace con pasión el mismo espíritu que movió a San Vicente”, concluyó.

La celebración culminó con un fuerte aplauso de la asamblea y una renovada promesa de fidelidad a la misión vicentina, viva hoy más que nunca en cada rincón donde hay un pobre que necesita ser mirado a los ojos y amado con dignidad.

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