
Biblia y vida
Malaquías y Jonás.
Padre Manuel Antonio Garcia Salcedo
Arquidiocesis de Santo Domingo*
MALAQUÍAS
La restauración a la vuelta del destierro que reclamaron Ageo y Zacarías, profetas que anuncian un tiempo del Espíritu de Yahvé, portado por el Rey de Jerusalén venidero, implica que la comunidad aprenda a vivir conforme a su estado.
Los cuatro capítulos del profeta Malaquías tienen esta intencionalidad. El centro del encuentro es la mesa familiar. Frecuentemente irrespetada, el pueblo es llamado a capítulo al respecto. Ella es fuente y medio de culto, sociedad y acatamiento de la voluntad divina.
El templo y la compasión de Dios deben ir de la mano. Lo robado no va con las ofrendas de animales y el altar del templo. La trampa no va con los sacerdotes, dice el profeta al denunciar el acercamiento de estos al mal.
Se da en este libro el sentido de la vinculación familiar de todos con Dios y entre ellos como hermanos. Para lo cual se pide respeto al matrimonio y la reconciliación entre padres e hijos con la fuerza del profeta Elías, el mensajero que vendrá a preparar el camino del Señor.
El sazonado y desacreditado tema del diezmo al tiempo, por el abuso de los recursos obtenidos del culto y la interpretación manipulada del capítulo tres de Malaquías, nos llevan a reafirmar la importancia del acatamiento por parte de todos los católicos, sin excepción, de la enseñanza de la Iglesia en relación con las obras de misericordia corporales como medio expreso e inequívoco de la voluntad de Dios en relación al empleo de los bienes adquiridos de manera honrada mediante el trabajo laborioso.
JONÁS
La historia de Jonás, el profeta que enfrentó a la poderosa Nínive, fue revestida de ciertos elementos que nos anuncian aquello que Dios ha de obrar en la vida de sus hijos y de todos los pueblos de la tierra que asientan a su designio de salvación universal.
La intencionalidad del escrito es denunciar la religiosidad arropada de nacionalismo de los judíos que desprecian a los demás pueblos y la trascendencia de la misericordia divina hasta el extremo de llegar a la futura resurrección. Dios da la vida, la retira y la hace renacer para todos. Ese es su compromiso con los hombres.
El libro inicia con el llamado de Yahvé al profeta en forma de mandato: Levántate. Jonás se embarcó para huir de tan fuerte encomienda. Por un lado, teme la reacción de la ciudad capital del imperio dominante, Nínive, ante la denuncia de su conducta malvada, y por otro lado, el profeta repudia aquella población ajena a la ley de Dios.
Un viento tempestuoso casi hunde la barca. Los marinos piden que despierte del sueño al creyente en el único Dios y calme para que no perezcan. Ellos se percatan de que toda la tempestad es causada por la desobediencia al mandato divino y arrojan por la borda a Jonás.
El mismo ha confesado a los tripulantes su situación de rebeldía y huida, eleva la oración de súplica de salvación por todos y él mismo pidió que lo lancen al mar para salvar a todos a cambio de su vida. Esta situación sirvió para que los marinos se convirtieran a Yahvé, le ofrecieran sacrificios e hicieran votos.
En el mar un pez se traga a Jonás, quien dura tres días en su vientre, y desde esa profundidad y oscuridad, clama al Señor, de manera que el pez vomita a Jonás, quien sí está dispuesto ya a ir a cumplir su misión a Nínive con un segundo llamado que le hace Yahvé.
El anuncio de la futura destrucción que hace Jonás sobre la ciudad si no se convierte tiene tal respuesta que hasta los animales fueron sometidos al ayuno, a vestir las ropas rústicas y cambiar de conducta desaprensiva. El arrepentimiento de todos, de sus malas conductas y obras oscuras evitó el castigo.
Afloró entonces en Jonás el sentimiento de repulsión contra aquella nación que no fue exterminada. La manifestación plena y final de Dios como clemente y misericordioso supera al profeta. La paciencia y la bondad divina siempre están dispuestas a perdonar.
Nueva vez Jonás se distancia, huye y se asienta a distancia de la ciudad arrepentida. El último y cuarto capítulo muestra el diálogo entre Dios y un terco y ensimismado Jonás, el cual contempla el ciclo vital y misterioso de la planta que nace, crece, se infecta, muere, pero luego reverdece.
En conclusión, el Dios de la Alianza extiende su compasión con los ignorantes de sus designios, se los da a conocer y rescata a su creación para que reine la vida. Enseñanza que desconocieron los fariseos del tiempo de Jesús.