En el 70% que no votó, ahí es que está el berunte con el barrunte

Por José Núñez.                            

               

Todos o casi todos en el país, para no generalizar, están al tanto de que no fue a votar el setenta por ciento (70%) de la población con el derecho a ejercer el sufragio, pero que en unas elecciones nacionales o generales, de ese porcentaje que no quiso ejercer el derecho fundamental de elegir, entre esos existe no menos del cuarenta por ciento (40%) que irá a hacerlo en las próximas contiendas electorales del 16 de febrero y el 17 de mayo de 2019.

Debemos puntualizar, que por ser las elecciones municipales separadas de las presidenciales y congresuales por primera vez en el país, es de esperar, que aunque los niveles de votaciones a nivel municipal sean mayores que las mismas de las elecciones primarias simultaneas recién pasadas, también es previsible, que los porcentajes de estos sufragios sean menores que el de las próximas votaciones o elecciones nacionales.

Entonces, de ese selecto grupo del 70% que no votó en las recientes primogénitas Elecciones Primarias Abiertas y Cerradas de los partidos de la Liberación Dominicana y el Revolucionario Moderno, es obvio que alrededor de un 30% definitivamente no iría a votar por diversos motivos o circunstancias, entre los que podemos citar; por su religión, desmotivación, por no creer en políticos, porque su partido no va a ganar…, pero habrá un 40% que en su decisión estará indefectiblemente los ganadores.  

Precisamente, en el berunte de ese 40% es que está el junte, el coro para ir a votar, el «Melao de Mireya». Sí, también el barrunte; que es prever, conjeturar o presentir una cosa, es más, se puede presumir, que quien logre el citado coro, o el junte de este predilecto porcentaje de los más apáticos, sin compromisos políticos, pero decisivos electores, evidentemente, se va a alzar con «el santo y la limosna».

En este sector diversificado del grupo de los que no tienen ni compromiso ni muchas motivaciones de ir a votar por ningún candidato, mucho menos, que no son empleados públicos, es decir, que no los pueden sugestionar para que vayan a elegir a un determinado aspirante a un puesto electivo, son personas que hay que ganárselas casi siempre por las cualidades y las ofertas electorales creíbles que muestren los candidatos.

O sea, a estos electores tan exigentes hay que convencerlos de las buenas intenciones y de la calidad de los programas a desarrollar en caso de resultar electos.

Todo lo anterior queda patentizado, porque de ese 70% que no fue a votar en las elecciones primarias, donde si hay un mínimo del 40% que potencialmente iría, usted puede estar seguro, que este grupo está representado mayoritariamente por; gente jóvenes, estudiantes, comerciantes, profesionales independientes, empleados privados, chiriperos, por la eficaz masa silente (electoralmente hablando) y otro tipo de personas que no dependen directamente del sector público.

De ahí, que con casi todas estas personas citadas anteriormente, excluyendo a los chisperos, no son susceptibles a vender sus votos por las chirlatas o chilatas que ofertan los violadores de la Ley Electoral No. 15-19, con esta acción tan cuestionable de compra y venta de cédulas de identidad, y que algunos pretenden hacerla una actividad normal, tal cual un mercado, es decir, de oferta y demanda del citado documento personal.

Entonces, podemos afirmar, que sin por supuesto descuidar los interesados a los que ya apoyaron y votaron por un determinado candidato, hay que concentrarse con una particularidad especial en este selecto grupo del 40% que es parte del 70% que no fue a elegir a nadie, pero que ahora en las batallas finales (de febrero y mayo), conforman el sector (ese 40%) que indefectiblemente será el decisivo, y el asunto es simple de entender, éste representa más que el total (el 30%) que votó en las primarias.

En conclusión, a buscar esos votos de calidad y que el peseteo no los pueden influenciar a cambiar su decisión de por quién van a ir votar el día de las elecciones o día «D».

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